Sin valor para hablar, sin la capacidad para unir las frases, ordenarlas y desparramarlas sin costos ni verguenzas, sin la habilidad para sonreir en la enunciación, para encontrar al oyente desde la mirada y endulzar su exposición con la esencia de lo más anhelado. Sin sinceridad poetica para confesar las más diversas historias de lo imposible, las ocurrencias de la locura y el aburdo en una de sus andanzas. Sin el sublime don de atraer a cuanta presencia se encuentre presente, con el canto de los cuentos más increibles, los detalles más impensandos o las reflexiones mejor elaboradas. Sin la sutileza de quien conoce su historia y la ha relatado, que disfruta de explicarla a quien guste sus memorias...
sin todo eso que hace falta y que muere sin carisma, me encuentro frente a este invencible transparente que expone mi verdad. La pureza de su blancura me consume, me incita a derramar mis rudimentarios pensamientos, a dejar todo lo que creo que es mio en un mar de caracteres, de simbolos que explican mi forma de sentir. Mi absoluta e insignificante mirada del mundo, el resumen de años de observaciones, interpretaciones y vivencias... La misma nada.
Obstinada realidad que me lleva al mismo presente, solo conozco un final: El principio de una nueva idea.
Siempre allí fallezco, muero rogando por encontrar la novedad, lo distinto, aquello capaz de entretener y prorrogar mi vacio, justificar el sentido, engañandome un poco, permitiendome vivir, experimentar para aprender... la sensación aquella de sentir, no es algo a tomar a la ligera. la rutina desgasta esta capacidad, desacreditando lo mucho que nos enseña. El instante de dolor, de alegría, de cansancio, de hambre,de fatalidad,de jubilo o extasis, el momento donde percibimos lo desconocido, donde nos damos cuenta de algo. El descubrimiento nos atraviesa, sentimos todo ese momento eternamente. y un segundo basta. la ilusión sensorial se estira infinitamente. Y luego volvemos a empezar, continuando....¿Avanzando?