¿Existe algo más triste y solitario que el tono incansable de un teléfono que suena y suena pero nadie atiende? ¿Adonde muere la esperanza? ¿A las orillas de la incertidumbre? ¿Y que pasa si de repente lo inesperado sucede y alguien contesta? Nunca sucede, pero si así fuera, nunca es la voz ansiada.
El error, la casualidad no fortuita, la equivocación. La mala noticia. El final aterrador.
¿y que pasa en la mente de quien sostiene ese teléfono y escucha con sumisa atención el tono? Como un mantra inmutable que amenaza con revelar un secreto único, pero no cumple. Como si apretar el imaginario botón para cortar la comunicación solo fuera una actuación y aquel tono, aquella llamada nunca dejara de sonar, suceder. y fueramos nosotros incapaces de soportar la espera necesaria.
Cinco minutos después de nuestro hastío están la respuestas. Siempre están allí.
Resistir.