¿Buenas! ¿Cuántas veces intentamos una misma cosa sin éxito? Yo aún intento
levantarme todos los días y encontrar algo nuevo por lo que seguir. Acompáñenme...
Haré el mejor esfuerzo.

jueves, 9 de julio de 2020

Carta de desamor


Nunca creí que iba a escribir este correo. Necesito decirte algo y es que tengo que dejarte. Perdón lo directo, pero no puedo seguir viviendo con tu ausencia. Sé que éstas palabras te van a sorprender. ¿Que pasó? ¿Porque ahora? Tal vez te lo preguntes, o no. Pero es hora. Los recuerdos me acosan, tu voz me persigue y atormenta. Lo que en su momento fueron días hermosos, vuelven una y otra vez para atormentarme. Aquello que podría haber ido en otro rumbo... no lo fue y se ha obstinado por vivir en mi cabeza. Tengo que dejarte porque apenas puedo vivir. Porque es más el pasado que hay en mí que lo que vive en mi presente. La sombra de lo que fuí solo aparece en esos imposibles y ya no puedo dedicarle a la fantasía tanto tiempo como antes. La realidad me ha superado y es momento de contar allá las historias que te contaba a vos, las que te gustaban, las que hacían que me miraras como si yo te enamorara. Tengo que decirte adiós, porque no puedo decirte hola, de nuevo. Porque ya no podemos hablar, porque ya no nos podemos comunicar. Perdón, porque ya no queremos hablar, porque ya no nos queremos comunicar. Porque la vida, esa que nos pertenecía, se partió en dos... y un día nos separamos. Pero algo de vos, quedó en mi... y estuvo conviviendo conmigo hasta hoy. Esa parte que ya no me pertenece, que nunca me perteneció, me hizo quedarme buscando un futuro imposible de alcanzar. Y me atormenta la idea de saber que nunca fue esa tu idea y que nada de esto tiene que ver con vos. Que siempre fui yo, el que se quedó, idealizando quien eras y hablándole al pasado, como si fuera presente. Escuchando respuestas aproximadas, placebo de ideas nuevas y haciendo oídos sordos del silencio que en realidad me respondía. Ya no puedo seguir esperando que me respondas, que me hables o que cambies de idea. Ya dejé de hablarte, de responder tus mensajes esporádicos, o las rutinas de mensajes, las conversaciones que repetimos hasta vaciarlas de contenido y hacer que siempre terminaran en nada o lo que era peor, en una discusión. Ya no tengo ideas para eso. Ahora me toca el futuro y no puedo incluirte en mis planes. Vengo justo de poemas, corto de novelas y ya casi no me quedan cuentos. No me alcanza para soñar más que mis sueños. Si pudiera te daría el talento que cultivé inventando todas esas historias, las reales y las ficticias. Pero si te diera eso, le estaría dando una parte mí a tu ausencia y hoy, para mi, ya no tiene lógica. Sé que no vas a leer esto, tal vez lo lea alguien más. Tal vez le llegue a alguien más. Pero ya sabemos que desde que nos conocimos, aun cuando vos estabas presente, siempre estuve charlando con tu ausencia. Con lo que no decías, lo que evadías y no me contabas, lo que me dejabas que yo descubriera, con temor a enunciarlo y solo asintiendo, dándome la razón cuando yo, enamorado del misterio y la curiosidad que me provocaban tus silencios, lograba descifrarlos. Y sin saber que el loco que escribe hoy, es la consecuencia de esa creencia absoluta e irracional de que siempre ibas a estar ahí, para asentir y decir que sí a alguna locura que quería vivir con vos y que íbamos a hacer. Ahora sé, que a propósito olvidé que hubieron silencios que no pude descifrar, o que sí y entenderlos fue demasiado.
Ya no puedo pedirte más de lo que me diste. Ya no puedo seguir volviendo en el tiempo para encontrar un párrafo oculto, o algún soneto a tu nombre. Seguir por allí terminaría por consumirme. Y eso hoy, para mi, dejó de tener lógica. Esta carta entonces, es un contrato de salvación para mi espíritu, para mi alma. Para recuperar el espacio que ocupó tu ausencia, en mi vida.