Nunca creí que iba a escribir este
correo. Necesito decirte algo y es que tengo que dejarte. Perdón lo
directo, pero no puedo seguir viviendo con tu ausencia. Sé que
éstas palabras te van a sorprender. ¿Que pasó? ¿Porque ahora?
Tal vez te lo preguntes, o no. Pero es hora. Los recuerdos me acosan,
tu voz me persigue y atormenta. Lo que en su momento fueron días
hermosos, vuelven una y otra vez para atormentarme. Aquello que
podría haber ido en otro rumbo... no lo fue y se ha obstinado por
vivir en mi cabeza. Tengo que dejarte porque apenas puedo vivir.
Porque es más el pasado que hay en mí que lo que vive en mi
presente. La sombra de lo que fuí solo aparece en esos imposibles y
ya no puedo dedicarle a la fantasía tanto tiempo como antes. La
realidad me ha superado y es momento de contar allá las historias
que te contaba a vos, las que te gustaban, las que hacían que me
miraras como si yo te enamorara. Tengo que decirte adiós, porque no
puedo decirte hola, de nuevo. Porque ya no podemos hablar, porque ya
no nos podemos comunicar. Perdón, porque ya no queremos hablar,
porque ya no nos queremos comunicar. Porque la vida, esa que nos
pertenecía, se partió en dos... y un día nos separamos. Pero algo
de vos, quedó en mi... y estuvo conviviendo conmigo hasta hoy. Esa
parte que ya no me pertenece, que nunca me perteneció, me hizo
quedarme buscando un futuro imposible de alcanzar. Y me atormenta la
idea de saber que nunca fue esa tu idea y que nada de esto tiene que
ver con vos. Que siempre fui yo, el que se quedó, idealizando quien
eras y hablándole al pasado, como si fuera presente. Escuchando
respuestas aproximadas, placebo de ideas nuevas y haciendo oídos
sordos del silencio que en realidad me respondía. Ya no puedo seguir
esperando que me respondas, que me hables o que cambies de idea. Ya
dejé de hablarte, de responder tus mensajes esporádicos, o las
rutinas de mensajes, las conversaciones que repetimos hasta vaciarlas
de contenido y hacer que siempre terminaran en nada o lo que era
peor, en una discusión. Ya no tengo ideas para eso. Ahora me toca el
futuro y no puedo incluirte en mis planes. Vengo justo de poemas,
corto de novelas y ya casi no me quedan cuentos. No me alcanza para
soñar más que mis sueños. Si pudiera te daría el talento que
cultivé inventando todas esas historias, las reales y las ficticias.
Pero si te diera eso, le estaría dando una parte mí a tu ausencia y
hoy, para mi, ya no tiene lógica. Sé que no vas a leer esto, tal
vez lo lea alguien más. Tal vez le llegue a alguien más. Pero ya
sabemos que desde que nos conocimos, aun cuando vos estabas presente,
siempre estuve charlando con tu ausencia. Con lo que no decías, lo
que evadías y no me contabas, lo que me dejabas que yo descubriera,
con temor a enunciarlo y solo asintiendo, dándome la razón cuando
yo, enamorado del misterio y la curiosidad que me provocaban tus
silencios, lograba descifrarlos. Y sin saber que el loco que escribe
hoy, es la consecuencia de esa creencia absoluta e irracional de que
siempre ibas a estar ahí, para asentir y decir que sí a alguna
locura que quería vivir con vos y que íbamos a hacer. Ahora sé,
que a propósito olvidé que hubieron silencios que no pude
descifrar, o que sí y entenderlos fue demasiado.
Ya no puedo pedirte más de lo que me
diste. Ya no puedo seguir volviendo en el tiempo para encontrar un
párrafo oculto, o algún soneto a tu nombre. Seguir por allí
terminaría por consumirme. Y eso hoy, para mi, dejó de tener
lógica. Esta carta entonces, es un contrato de salvación para mi
espíritu, para mi alma. Para recuperar el espacio que ocupó tu
ausencia, en mi vida.
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