Pierdo la identidad en cada
momento. Recuerdo quien soy, tengo una vaga idea, pero cada vez la
imagen se disuelve más y más en el espejo. No reconozco quien me
devuelve la mirada, poco a poco me aterra la figura, o la sombra que
se asoma tras el reflejo. Las canas siguen allí, como lo han estado
siempre. Eso no me preocupa. Son las pupilas, tan distintas. El
brillo que emanan al observarlas al detalle. Estoy seguro. No son
mías esas pupilas. Son otros los universos que se esconden detrás
de ellas. Horas he pasado, intentado descifrarlos. Sé que el espejo
es la clave, que no hay forma de ingresar, en ese otro universo, sin
observarse, Pero cada vez que lo hago, temo más y más. No debo
volver a mirarme, hasta estar seguro. Por muy embriagante, por muy
seductora que sea la idea, no debo ofrecerme tan fácilmente. Es una
trampa, ahora lo sé.
Averiguar quién es quien me
observa, la sola idea se vuelve peligrosa.
La mente reacciona al
objeto, el objeto reacciona a la mente? Ya no puedo evitarlo.
Pero exponerme, una vez más
a la turbia luz que me ofrece el espejo... puede ser fatal.
¿Cómo
sé eso? ¿Quién me lo ha dicho? ¿Acaso susurran los espejos? ¿Qué
estoy diciendo? ¿Quién lo está diciendo?
A veces observo una de las
manos. He encontrado ese punto intermedio. Me sitúo al costado del
artefacto reflector y extiendo un brazo. Desde donde estoy, puedo
observar ambos. El propio y el desconocido. Se mueven con simetría,
casi iguales. Pero las cicatrices que se muestran, aunque creo
reconocerlas, no las recuerdo. No las tengo en mi cuerpo. Retiro el
brazo, asustado. Cada vez que lo hago sucede lo mismo. Creo ver una
nueva cicatriz. Una desconocida, como si cada vez que observara se
conformara, solo para asustarme. ¿Cuantas veces he caído en el sutil
engaño?
Cuando mi pavor disminuye,
recuerdo la historia. Un golpe intrascendente, una caída
insignificante. Pero al buscarlas en mi cuerpo, sé que no están
allí. No soy yo, entonces?
Debo ser el reflejo. Por un segundo no
estoy en mi cuerpo, eléctrica sensación, entumece el buen juicio, la razón: soy lo que veo, pero no puedo quedarme allí, me
resulta imposible, me consume la vitalidad, la energía que me
mantiene despierto.
No es natural.
Debo volver a acercarme, exhalar
mis miedos y observar, algo se me escapa, algo no puedo ver. Solo
debo descifrar que es. Quiero arriesgarme una vez más, una espiada,
apenas un suspiro. Una exhalación. De repente se me ocurre, acercar
mi rostro. Como si la cercanía pudiera revelar los detalles.
Respiro. El vapor se vuelve visible y se impregna en ambas caras del
espejo, o eso me convenzo de ver. Creo que he encontrado el pasaje
secreto, la manera de ingresar a placer en los distintos universos.
Desdoblarme en ambas imágenes.
Y entonces me observo. La
imagen vuelve a cambiar. Ahora ostento imprudente juventud,
vitalidad. Pero las pupilas, los universos... se aterran, se
oscurecen. Cambian. Creo reconocerlas, son las que veo, en ese viejo
espejo.... Ya no soy ni el reflejo, ni quien observa. Quizás nunca
lo haya sido. Creo entonces, que debo ser el espejo.
Ese viejo
espejo...
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