A veces no me doy cuenta todo lo que hiciste por mi, una vez me lo dijiste y ahora creo entender esas palabras. Creo que invisibilicé esa parte, por tener presente tu ausencia, que no era tal, o si, ya no lo sé. A veces me doy cuenta que siempre estuviste, pero de otra forma, no la que yo esperaba o quería, no la que creía necesitar, sino la que podías otorgarme. Sos una persona, después de todo. No más que eso, pero a la vez muchísimo más. Sos quién me hizo, quien me dió lecciones sin pretender dármelas, quien me intentó explicar lo que era este mundo, lo que sucedía, quién me enseñó a usar las herramientas que necesitaba para forjar mi propio futuro, quien me bajó a la realidad más de una vez, por temer a que las nubes en las que yo me suspendía no me llevaran a ningún lugar. Y todo eso sin decirme demasiado, sin enroscarte con las palabras como a mi me gusta. Con acciones, con movimientos y decisiones que me permitieron encontrar mi rumbo, a los tumbos, porque siempre aprendí más de los golpes que de los aciertos. Porque no tengo la razón y quizás vos tampoco la tengas, pero entre ambos podemos encontrarla. Porque no sé bien hacia donde estoy yendo, pero sé que de a poco y con mucho esfuerzo, pueda encontrar esa respuesta y quizás sin todas esas veces que el silencio pudo más que mi expresar, que las horas pasaron sin decir, yo escuchaba, más allá de la abstracción, más allá de la distancia, más allá de todo lo que no pude expresar. Ahora entiendo tus palabras, ahora las tomo en serio, ahora quiero que las conozcas, ahora quiero decir, pero más quiero hacer. Convertir todo lo que me alcance la imaginación en realidad, para quienes vengan después. Y que sepan de vos. Gracias, a veces no sé decirlo en voz alta, pero al menos es bueno que lo leas...
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